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Marco Avilés

Shipibo-Conibos

Una banda de sicarios masacró a seis ciudadanos peruanos, a inicios de setiembre, con la sangrienta sofisticación de las series de narcos en la tele. Los policías envolvieron los cadáveres en frazadas y los trasladaron a la morgue en la tolva de una camioneta pick-up, como si fueran paquetes de basura. Las fotos y despachos están en internet pero, de manera misteriosa, la noticia no circula en los grandes medios de comunicación del Perú. Los muertos eran campesinos en territorio shipibo-conibo. Ningún ministro les ha dedicado por lo menos un tweet.


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Un hombre arrastra a su pareja por la vereda de una calle de Miraflores, en Lima, e intenta llevarla a un departamento para masacrarla en privado. Un video capta la escena y el crimen se vuelve un escándalo mediático. Periodistas, escritores, artistas, políticos y hasta los peruanos que vivimos en el extranjero compartimos nuestra indignación en las redes sociales. La ministra de la mujer acude a un programa de televisión y condena lo condenable. ¿Hasta cuándo ocurrirán casos así?, dice, decimos. Los diarios publican editoriales. El criminal va a la cárcel.


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¿Por qué los medios le dedican una justificable atención a la masacre frustrada de una mujer de la ciudad y ninguna a la masacre consumada de seis personas del campo?


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El Perú es un país institucionalmente racista. ¿Institucionalmente? ¿Qué demonios es eso? Las empresas, los medios, el Estado, la iglesia, las escuelas y más están infectados por un virus: la falta de diversidad. Los hombres blancos y urbanos tienen el poder por default. No es una novedad. Jamás desmontamos esta estructura virreinal y nuestra celebrada Independencia fortaleció el mito del blanco poderoso. Está allí y nos hace muecas. Las mujeres, y sobre todo las mujeres educadas, están rompiendo el monolito macho. Y a pesar de toda la resistencia conservadora, sus voces ahora se oyen con más fuerza y su lucha les consigue cada día más aliados.

¿Pero qué ocurre con los indígenas, con los campesinos, con quienes se encuentran aplastados en la base de la pirámide racial? ¿Dónde está su voz cuando los masacran? ¿Dónde están las cadenas de solidaridad? ¿Por qué matar a seis campesinos amazónicos es menos escandaloso que golpear a una mujer de Miraflores?

El escándalo, en el Perú, es una condición para que se administre justicia. La golpiza a Micaela de Osma es un escándalo porque muchísimas personas nos identificamos con ella –porque nos jode y porque vivimos en la misma ciudad, porque caminamos en las mismas calles– y nos volvemos sus aliados naturales: le prestamos nuestra voz. Las mujeres activistas, periodistas, artistas y líderes profesionales reflexionan en redes sociales y en la radio y en la tele y convierten el caso en un hito importante. Nos dicen y demuestran lo jodido que es ser mujer en el Perú.

Con los amazónicos ocurre exactamente lo contrario. No tienen manera de crear esa misma reacción. No tienen voz ni mucho menos aliados naturales en los medios, en los gremios profesionales, en el poder. Los matan, sean hombres o mujeres, y no hay escándalo. Fotos hay, información también. ¿A qué se debe? ¿A que no hay andinos y amazónicos en los medios, en la radio, en el poder diciéndonos al resto de peruanos que hay cosas que nuestra mentalidad urbano-céntrica nos impide ver?


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Nuestro adorado Facebook es una compañía estadounidense dirigida por personas blancas. ¿Es esto importante?

Hace unos días, la segunda persona más poderosa de la compañía, Sheryl Sandberg, compareció ante los congresistas negros de Estados Unidos y reconoció que la falta de diversidad en su empresa no era un problema sino un MEGAPROBLEMA.

¿Por qué una de las empresas más poderosas del mundo se exponía de una manera tan dócil ante los parlamentarios negros del Imperio? La historia completa incluye a Rusia. Durante las últimas elecciones, «grupos apoyados por el Presidente Vladimir V. Putin pagaron a Facebook para influenciar votantes con anuncios que incitaban y explotaban las diferencias sociales y económicas en los Estados Unidos», según el New York Times. «Páginas de Facebook respaldadas por Rusia promovían protestas anti-inmigrantes, atacaron al movimiento Black Lives Matter y enfocaron su atención en estados indecisos como Wisconsin y Michigan». Facebook hizo mucho dinero cobrando por esos anuncios racistas y xenófobos.

¿Habría sido distinto si entre sus directivos hubiera habido personas de otros colores, de otros orígenes? Facebook ha hecho un mea culpa público. Hay escándalo. Ese día, ante los congresistas negros, la funcionaria Sandberg contó que la empresa planeaba añadir una persona negra en la mesa de directores. UNA. La primera.

Aumentar la diversidad étnica en una institución no garantiza la imparcialidad ni elimina el racismo institucional, pero, al menos, añade voces y miradas distintas y capaces de expresar lo que los demás no ven o no sienten. Voces y miradas que contradicen al monolito.


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¿Cuántos ciudadanos peruanos de origen shipibo-conibo o amazónico dirigen o dirigieron medios de comunicación en el Perú? ¿Cuántos ministros de origen asháninka hay o hubo en el Perú? ¿Cuántos congresistas de origen awajún hay o hubo? ¿Cuántos escritores de origen achuar podemos leer u oír en los festivales o en las ferias de libros? ¿Cuántos periodistas de origen machiguenga están informando en primera persona sobre lo jodido que es ser una persona rural en el Perú?

El Perú es un país diverso. ¿Por qué el poder no lo es? [20-10-2017]

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