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Marco Avilés

Serrana

Una chica de la ciudad ve a una mujer de los Andes en polleras y comenta con su amiga:

-Qué mostro. Mira esta llama disecada

Un hombre va a una tienda, mira el rostro de la vendedora y se dice:

-Ay qué lindo huaco, yo me lo quiero comprar.

Una mujer en polleras quiere entrar a un auditorio para ver un concurso de belleza, y el vigilante le dice:

-Oye, este es un concurso de mujeres. No de llamas.

Una mujer de cabello amarillo le grita a una mujer en ropas andinas:

-Paisana igualada, apestosa.

Una mujer en ropas andinas va a una comisaría para dar un examen y teme que la puedan violar. El policía le dice:

-Quién te va a violar a ti, serrana apestosa.

Una mujer de los Andes dice que va a cometer una locura.

-¿Se va a matar? -le pregunta alguien.-No, voy comer a caca -dice la mujer andina.

Es el humor de Jorge Benavides, un cómico que envejece en la señal abierta del Perú explotando el amplio bagaje racista de la cultura popular local: la idea no es que te enfades de lo que ves sino que te rías sanamente de la víctima. O, más extraño aún, como sugiere el escritor Jaime Bedoya: «Tal vez la gente no quiere reírse, solo quiere que alguien insulte a alguien». Una vez acabada la función quizá hasta podrías usar esas bromas en tu vida cotidiana. Por ejemplo, cuando tú, personas de ciudad, ves a una mujer en polleras caminando por la calle podrías practicar diciéndole: Sal de ahí, serrana, animal. Acá un resumen muy útil:

La Paisana Jacinta es un personaje de ficción que concentra los estereotipos que las mujeres de comunidades andinas sufren en la realidad. La mujer andina es una forastera, semipersona, a quien se puede maltratar sin recibir castigo por eso. En el extinto mundo de las haciendas, los «indios» eran tratados como bestias de carga = llamas. Los hacendados los consideraban seres sucios = apestosos.

Soldados y terroristas violaron a muchas mujeres de comunidades andinas durante la guerra. Pero como valen lo mismo que los «animales» muchos pensarán que es increíble que se pueda ultrajar a esas mujeres. ¿Quién te va a violar, serrana apestosa?, le dice el policía a la Paisana Jacinta, cuya película se estrenó el jueves 23 de noviembre, en Lima.

Los cines son empresas comerciales que deciden qué películas pasan y cuáles no. Ninguna cadena comercial exhibe pornografía, por ejemplo. Hay un consenso mínimo sobre eso, y los directores de esas cintas no están presionando para que Cinemark las ponga en cartelera. Otras veces los cines deciden recortar la exhibición de películas que no les dan dinero. Y a veces hasta apuestan por cintas que, a pesar de no ser taquilleras, son relevantes por razones culturales. Las cadenas evalúan y deciden todo el tiempo. Decenas de películas que se hacen en las regiones -muchas de ellas verdaderos fenómenos comerciales- no llegan a los multicines. Así es el negocio.

Muchos ciudadanos hemos firmado una carta donde pedimos que las cadenas de cines que no exhiban la película La paisana Jacinta. Con ella, no estamos exigiéndoles que la censuren sino que ejerzan -con las evidencias conocidas- su decisión de no pasarla, como hacen con otras películas. Las cadenas no exhiben (por ahora) películas que alientan la pedofilia. ¿Por qué sí promueven una cinta racista? Este fábula comercial ya es noticia internacional: «Interpretada por un hombre blanco travestido, la Paisana Jacinta retrata a una de esas mujeres andinas que ha migrado a Lima, donde su español pobre, falta de educación y modales rurales son el continuo foco de un humor procaz», ha escrito el periodista estadounidense Simeon Tegel, asombrado de que algo así exista en la actualidad. El siglo XXI es una fantasía: el momento en que entendemos que todas las edades de la Tierra siguen vivas en el presente.

Si las cadenas decidieran no exhibir la película de Jorge Benavides, no la estarían censurando. Estarían tratándola igual que a decenas de películas nacionales que no han llegado a exhibirse en circuito comercial. La celebrada película aimara Wiñaypacha, por ejemplo, no ha circulado en cadenas de cines, y nadie ha dicho que haya ocurrido por una ejercicio de censura.

Si un creador racista quiere exhibir su película racista, ¿por qué el circuito mainstream le da todo su apoyo? ¿Por qué las cosas no les son más difíciles a los racistas? ¿Por qué Benavides no hace lo mismo que tantos cineastas que tienen que exhibir sus cintas en auditorios pequeños y hasta en mercados?

El Perú es abiertamente racista y el humor racista es rentable. Muchos peruanos irán al cine a reírse y corroborarlo. Y las cadenas harán dinero con esto. [24-11-2017]

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