Un perro hizo caca en un campo de fútbol durante un partido de la segunda división, en alguna provincia del Perú. Había público. Había periodistas. El hecho de inmediato se convirtió en un viral de esos que todos comparten en las redes. Algunos con ironía (el perro estaba expresando una opinión sobre el estado del deporte nacional), otros con indignación (estas cosas solo pueden ocurrir en el Perú). Y así.
Encontré una foto en el muro de un amigo. Puse like y comenté que: «Cuando los jugadores la cagan no es noticia; pero cuando un perro lo hace, sí lo es». Fue un like irreflexivo, como tantos. Iba a compartir la foto para ironizar sobre estas curiosidades del oficio. Imaginé a un redactor en el campo de juego. El perro cagando. El redactor llama a su editor. Le consulta. «Jefe, ¿es noticia?». El editor corrobora: «Es noticia». Y la foto empieza a viajar a través de la web y las redes y las mentes de tantos, yo incluido.
Iba a compartir y colocar: «Noticia peruana». Pero descubrí que algo parecido había ocurrido en Argentina unos meses antes. No estábamos solos. Reduje mi titular a «Noticia». Pero luego me sentí un poco miserable. De qué vale compartir cosas así, me dijo mi yo más puritano. Eran las cuatro de la tarde y estaba en mis quince minutos de recreo, en medio del trabajo, cuando normalmente reviso el correo electrónico, las redes y sus múltiples inbox.
Me dio un poco de pena. No creo que el problema sea que las redes sociales nos hagan más o menos estúpidos. Somos lo que somos con o sin redes sociales. La noticia habría salido impresa en los diarios diez años atrás, de similar manera, quizá en la sección de deportes. Y no me habría enterado. Quizá porque no leo diarios. El problema es que este tipo de curiosidades periodísticas ya no están recluidas en una página, en una sección, en un lugar, en un orden; sino que al ser «virales» están en todos lados, en el aire, en el desorden más desordenado; mezclándose con tantas cosas de mayor o peor relevancia; en esa línea interminable llamada timeline.
El perro cagando, en el timeline, convivía con algunas noticias tanto más o menos importantes: una amiga había publicado un nuevo libro, los estudiantes desaparecidos de México, los policías que mataron a un inocente, una foto del sunset de Lima (que extraño), videos de gatos, algún link a un reportaje, memes, muchos memes. Todo mezclándose. Conviviendo. Entrando en mi cerebro. Aportando algún sabor.
Y entonces una imagen. Facebook me pareció una gran sopa universal donde todos vamos echando todo lo que nos da la gana (cebollas, huesos, cajas, bolsas, piedras, fotos, recuerdos, caca de perro) y luego nos vamos comiendo el platillo de a poquitos; a veces pescamos algo bueno, a veces nos tragamos la caca. Perdón por esta imagen.
Me pregunto, como muchos, si es que acaso podré salirme algún día de este raro festín. O si podré participar un poco menos o un poco mejor. O si es que, en caso de que logre evadirme (Dios es grande), ¿será que me moriré de algún tipo de inanición? [5-11-2014]
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