En esta publicación («Vendedor de churros fue captado solicitado el servicio de un lustrabotas») lo realmente noticioso es el proceso mental que lleva a los periodistas de Capital a considerar que esto es una noticia.
Un lustrabotas no le puede lustrar los zapatos a un trabajador ambulante sin que el cielo se abra y lluevan ranas.
¿Por qué un medio publica la foto de una persona lustrándole los zapatos a otra y le pide a su audiencia que opine sobre el hecho? Quizá porque el cliente es aparentemente pobre y existe todo un discurso punitivo sobre lo que los pobres deben y no deben hacer. Por ejemplo, el pobre tiene que ser pobre y además parecerlo. En esta imagen esa ley divina no se cumple.
¿Cómo será el día en que el señor que vende churros va al Astrid & Gastón porque le da la gana de ir? ¿Le tomarán fotos, lo filmarán, lo invitarán a la tele? ¿Alguien le preguntará cómo, señor, vendiendo usted churros tiene plata para esos lujos?
Los pobres experimentan una fiscalización pública que la gente que no es pobre no. Una amiga que gana poco más que el sueldo mínimo en Maine, le regaló unas botas de $400 dólares a su novio. Cuando su jefa se enteró, le dijo: ¿Y así te quejas de que ganas poco? El tono era de regaño. Mi amiga no le dijo nada, pero se quedó indignada. «Yo puedo gastar mi dinero como me da la gana. ¿Acaso yo le cuestiono a mi jefa en qué gasta ella su maldito dinero?» La respuesta era no. La jefa gozaban del privilegio de que nadie le cuestionara en qué lujos gastaba su envidiable sueldo. Para eso era rica.
El señor que vende churros, en cambio, tiene que aguantarse que un medio invada su privacidad y exponga al escrutinio público lo que él hace con su dinero.
Ps: Unas horas después de publicado, Capital eliminó el tweet que da pie a este comentario.
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