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Filadelfia

¿Muerde?, me pregunta un niño señalando con el dedo a Piji. El niño debe de tener unos siete años y ha corrido desde la vereda de enfrente. Lo siguen sus amigos o hermanos y una mujer que debe de ser la mamá de alguno o de varios o de todos. Piji olfateaba una isla de pasto al lado de la pista, la cola apuntando al cielo, con esa actitud de suma concentración con la que busca el lugar perfecto para hacer caca. Pero ahora tiene que interrumpir su rutina para recibir un repentino aunque acostumbrado baño de popularidad. Los chicos le acarician la cabeza, Piji les salta regalándoles su aliento caliente. La mujer me pregunta:

-¿Lo afeitas?

Piji es un perro carismático pero la razón de su popularidad casi siempre es su rareza, es decir, su falta de pelo. No es la primera vez que me hacen esa pregunta en Filadelfia, donde las calles están salpicadas de variedades peludas que van desde los pesados labradores hasta los diminutos pugs, al lado de los cuales Piji es un extraterrestre sin pelo. Otra pregunta muy frecuente: ¿Qué le pasó?, como si su aspecto fuera el resultado de una penosa y extraña enfermedad. Pero la más recurrente es: What kind of dog is that? ¿Qué tipo de perro es? Y les explico. It’s a Peruvian Hairless Dog. 

-A what? 

-A Peruvian Hairless Dog. No hair.

Un Perro Peruano Sin Pelo. No tiene pelo. Aunque recientemente, en mérito a la brevedad y porque ya es obvio señalar lo del pelo, solo digo que se trata de un perro peruano. From Perú. Del Perú.

Mi respuesta es una invitación a la conversación. El otro día el conductor de un camión de basura detuvo su vehículo en medio de la calle para piropear a Piji y para preguntarme qué clase de perro era. (Piji, literalmente, detiene el tránsito). Le expliqué que es un animal típico de la costa peruana y que hay quienes piensan que tiene propiedades curativas y su raza es patrimonio nacional. El compañero del conductor escuchaba atento y lanzó una pregunta que parecía una conclusión: ¿Y cuánto te costó? Tampoco es la primera vez que quieren saberlo. 

-No me costó nada. Lo adopté.

El hombre me miró con una sonrisa de desconfianza, como si entendiera que no quería decirle la verdad. Nos despedimos al cabo de un rato. En este mundo material, los perros no solo son compañía sino un bien suntuario que describe tu economía, como un reloj o un carro. Supongo que hay quienes piensan que he gastado una fortuna para obtener el perro más raro posible, lo que me vuelve una interrogante llamativa en este sector popular de clase trabajadora.

Vivimos en un barrio inmerso en un lento proceso de gentrificación, ese fenómeno que supone que las fuerzas del mercado toman edificios viejos, los renuevan, y reemplazan a los habitantes originales por gente joven y con más dinero. Hay muchas casas en proceso de refacción y algunos lotes vacíos donde germinarán futuros edificios. Los trabajadores de las construcciones cercanas me detienen algunas veces para pedirme una foto con Piji. Lo rodean, dicen whisky y enseguida les envías las fotos a sus familiares o novias o amigos. “Se parece al perro de Coco”, me dijo una vez un obrero mexicano. Pero ese perro tiene cara de tonto, pensé un poco humillado.

Los niños del barrio, cuando me ven caminando solo, a veces me preguntan: “¿Y dónde está el calvito?”. Y cuando estoy con él, se arrodillan al lado y le soban la piel. Un amigo chileno que vive en Nueva York vino de visita y atestiguó un típico momento en la vida de Piji. Cruzábamos los tres una calle, y un adolescente que venía en sentido contrario se paró a dos metros de nosotros y le clavó a Piji una mirada llena de amor. “Es un perro hermoso”, me dijo con un tono que revelaba cierto dolor, como si acabase de conocer exactamente lo que le hace falta en este mundo, su media naranja canina. 

Según mi amigo Luis, Piji le había roto el corazón a ese muchacho. Se le notaba en los ojos, me dijo. Lo sé, lo sé, pensé. Llevo siete años registrando con sorpresa y cierta envidia los efectos que irradia mi compañero sin pelo. Un día ya no estará a mi lado y tendré el privilegio de ser el último al que le romperá el corazón.

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