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Censo

Marco Avilés

Cuando vas al dentista por primera vez, en Maine, tienes que escribir de qué color eres:Indio Americano o Nativo de Alaska, Asiático, Negro o Afroamericano, Africano, Nativo Hawaiano, Blanco o Caucásico, de otra raza, dos o más razas. ¿Hispano o Latino?No es el Censo, que ocurre una vez cada mil años, sino una pregunta cotidiana que se responde en todas las oficinas públicas casi con la misma naturalidad con que dices tu dirección. Casi.

Cuando eres LATINO, sabes que Latino es una categoría que solo existe en los Estados Unidos, y que puede incluir a un rubio argentino como a un indígena náhuatl. ¿Entonces?

BLANCO es el mismo carnaval. Algunas personas (no muchas) entienden que blanco es una categoría que existe en el país para señalar al ciudadano «natural». Al «Americano Americano». Y en este conjunto caen los que, por piel, pueden definirse así; sean noruegos peliclaros de dos metros o italianos morenos con cara de De Niro. ¿Entonces?

Blanco y latino (y negro y asiático e indio americano) no son categorías étnicas sino, sobre todo, marcas de poder basadas en la narrativa del país. Americano Americano (o sea blanco) Vs. Forastero (o sea no blanco).

Pero así como blanco es un concepto que confiere poder también es una aplanadora cultural que elimina las diferencias de origen que hay, por supuesto, entre los blancos. Los blancos son muy diversos, como los latinos, pero llamarse blancos los iguala por lo más superficial: la piel. Muchos inmigrantes europeos de segunda o tercera generación conservan apenas las viejas tradiciones nacionales de sus ancestros y abrazan por inercia el american way of life. Se nota en la comida. La comida americana (comida blanca) es una comida aplanada. Casi siempre le falta sal.

¿Qué ocurre en el Perú en estos días previos al censo? De pronto, los peruanos de las ciudades expresamos una ansiedad inédita ante la proximidad del día D, como chiquillos que van a postular a San Marcos o a la UNI. ¿Qué vamos a responder?, nos preguntamos en el Perú de Facebook, los que no tenemos la suerte de tener la claridad de los peruanos de las comunidades originarias o los nikkei o tusán o afrodescendientes, por ejemplo. ¿Blanco? ¿Mestizo? ¿Cholo? Revisamos las palabras y nos producen sospecha porque, como la ropa ajena, no nos quedan.

¿Por qué ocurre esto? Como muchos paisanos, he pasado mucho tiempo pensando en qué responderé. Y no me convencen las categorías blanco, mestizo, ni siquiera mi adorado «cholo» porque son todos conceptos basados en el poder, en la piel. La pirámide racial. No describen el origen ni la etnicidad ni quien eres ni quién quieres ser.

La confusión es buena. Nos hace pensar, incluso con la chacota de por medio, típica reacción ante el peligro. Quizá el gran reto de este censo es que nos atrevamos a mirar más allá de esas palabras malditas que nos hacen pelear tanto -BLANCO, MESTIZO, CHOLO- para encontrar cosas que creíamos perdidas. Tanto «blancos» como «cholos» y «mestizos» tenemos la oportunidad de aprender a describir nuestra diversidad.

Cuando me mudé a Maine no pensaba tanto en esto; sin embargo, cargué en la maleta dos amuletos familiares que ahora han cobrado mucho sentido. El primero es un par de libros de la biblioteca de mi abuelo. Son dos tomos impresos en España a fines del siglo XVIII, sobrevivientes de la destrucción de su hacienda, durante la Reforma Agraria. El segundo es un par de ponchos rojos tejidos en Chumbivilcas, que mi padre, hijo de una campesina quechua, adoraba. Ambos objetos contienen una información que espero descifrar antes del domingo. Quechua. España. ¿Hispanoquechua? ¿Quechuañol? Hay otras cosas que me acompañan estos días, como los huaynos que escuchaba de niño, y que me emocionan como ninguna otra música.

Cada quien tendrá una técnica para dialogar consigo mismo y con sus antepasados, ¿no es así? Un espejo, ayahuasca, el silencio, la familia. De todas las preguntas, y en mi condición de cholo y desarraigado, la 8 me parece la más valiosa, y el espacio para completar es grande.

Supongo que así estamos descubriendo o redescubriendo la diversidad dentro de nosotros mismos.


*


He hablado con mis ancestros sobre el censo y me han jalado el pelo. He pasado horas pensando qué contestar, en mis lejanos orígenes quechuas y españoles, pero no en los grandes vacíos de la pregunta. Por sus costumbres y antepasados, ¿usted se considera? Voy a la sección donde podría estar mi respuesta y leo:

-Blanco-Mestizo-Otros

Y vuelvo a leer:

-Blanco-Mestizo-Otros

¿Por qué existen la opción blanco, mestizo y no la opción cholo? La pregunta, se dice, indaga sobre las costumbres y la etnicidad. Pero lo blanco ni lo cholo son etnicidades sino polos de poder. Existen uno sobre el otro. El blanco, en el Perú actual, no existe sin el cholo. El cholo no existe sin el blanco.Lo blanco, los blancos, tienen el poder del discurso: lo vemos en la publicidad, en la política, en las empresas, en la literatura. Y ahora, su importancia (su poder por default) se manifiesta al aparecer en el censo como una opción para marcar.Los cholos no podemos marcar cholo porque no existe esa opción y tenemos que refugiarnos en el bolsón de otros, en la duda existencial. Identificarse es difícil pero es más difícil aún cuando no puedes hallarte en la lista de posibilidades. En las encuestas callejeras las personas dudan, sí, pero las opciones los inducen y aterrizan a un territorio incompleto, sin cholos, con blancos y mestizos. Mestizo es una categoría apolítica, sin discurso, idealista, si se quiere. Blanco no lo es. Blanco es el poder. Cholo es su contraparte.


*


Aunque el censo intenta medir la etnicidad, está usando categorías políticas parciales. ¿Cuántas veces los cholo tenemos la oportunidad de decir oficialmente que somos cholos? ¿Es peligroso que tantos cholos digamos lo que somos? ¿Es peligroso que veamos que somos muchos? No lo es. Es estadística.


*


¿Cuál es la experiencia cultural del «blanco»? El poder, vivir en el centro, la representación y la autorreferencia (lo vemos en la publicidad a cada rato).


*


¿Cuál es la experiencia cultural del cholo? Su falta de poder, la falta de representación (que denunciamos a cada rato), su evolución al margen del poder.


*


Los cholos hemos crecido en las barriadas e invasiones, en los márgenes del centro; y la narrativa «blanca» nos ha llamado el desborde, la avalancha, lo chicha, lo bárbaro.


*


Tengo antepasados quechuas y españoles que me susurran al oído, pero también tengo una larga experiencia chola que me pertenece. He crecido en el margen, en un barrio al pie de un cerro de San Juan de Lurigancho, donde personas de todas partes del Perú nos refugiábamos de la guerra o de otras tragedias y nos fundíamos en el desarraigo, nos cholificábamos.

He crecido en ese parte del Perú «marginal» que se reproduce en tantas ciudades. Conocí Miraflores, el ícono de lo blanco, el centro de todos los centros, a los once años. Me mudé allí una década después, siguiendo el ejemplo de mis mayores, siguiendo la vieja narrativa del éxito. «Nadie es exitoso si sigue viviendo en el cerro», se cree todavía. Y a pesar de todo mi empeño por hacerme un lugar en el centro, el centro me hizo sentir muchas veces que yo no era parte de él. ¿Por qué? Por que soy cholo. Porque tengo otro color, otro cabello, pero también otra voz, otra historia, otro futuro. Aunque no podía darme cuenta, siempre he llevado ese margen conmigo. Ahora lo veo con un poco más de claridad. Ahora el centro, ese centro, me da igual.


*


Creo en las buenas intenciones del Censo. Y agradezco mucho que haya generado una conversación sin precedentes sobre las identidades. Pero, después de tanta introspección, creo que el próximo censo tiene que diseñarse con una visión mucho más abierta, menos blanca, menos tímida, en lo que respecta a la demografía de la ciudad.


*


Este censo es un primer paso. Pero, como cholo, espero más. Espero leerme en el censo. Si los blancos pueden decir que son blancos, ¿por qué los cholos no podemos marcar que somos cholos?


*


¿Qué soy? En este censo, CHOLO.

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