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Marco Avilés

Carne

Poco después de enterarse de que iba a tener un hijo, el escritor Jonathan Safran Foer se preguntó si sería conveniente que ese niño creciera como un carnívoro. No muchos adultos se hacen esta pregunta y menos los que aún no tienen hijos. Por lo general, todos confiamos en que los alimentos que sacamos del refrigerador vienen de algún lugar limpio y seguro, pero esta confianza puede ser parecida a la del niño que cree que sus relucientes juguetes vienen del Polo Norte en la bolsa de Papá Noel.

En los Estados Unidos, los ciudadanos que se preguntan por el origen de los filetes que se llevan a la boca disponen de una amplia bibliografía para enterarse de que, por lo general, provienen de granjas donde se practica la crueldad contra los animales. Safran Foer, en su libro “Comer animales”, describe escenas gore de la vida granjera cotidiana. Reses que son despellejadas vivas. Cerdos sodomizados. Pollos cuyo cuerpo tienen un 90% de carne, sangre y huesos, y un 10% de agua con estiércol. Safran Foer, el futuro papá, recorrió los criaderos, mataderos y granjas de su país para decidir al final que nadie en su familia debería comer carne. Ni de res ni de pollo ni de pescado. Luego escribió un reportaje tan convincente que muchos de sus lectores terminan expresando su solidaridad con los animales víctimas de la industria antes de pasarse a las filas del vegetarianismo.

Como muchos otros escritores que han investigado la industria de la carne antes que él, Safran Foer es un detective al que nadie ha contratado pero que un día te dice que la vida no es tan bonita. Si uno es un estadounidense promedio que ha leído el libro de ese autor, entenderá que el 10% de las pechugas de pollo contiene estiércol. Carne que ha absorbido heces durante el proceso de producción. Si uno no es estadounidense y lee ese libro entenderá que algo sucedía en el mundo de la alimentación mientras todos cenábamos o intentábamos cenar cada noche.

En menos de un siglo, la mayoría de países pasaron del corral donde los pollos se criaban al aire libre a la cadena industrial que mezcla a esas aves con sus excrementos. Los detectives de la carne informan de estas cosas en sus libros, y Safran Foer, el último de ellos, logra que empieces a preguntarte de dónde viene la carne que vas a cenar cada noche. No importa si vives en su país o en cualquier pueblo del mundo donde hay un mercado. [2011]

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